¿Te ha ocurrido que cuando estás en una mala época lo único que quieres es avanzar rápidamente y que se pase todo el dolor?
Claro, seguramente tu respuesta sea sí, porque es lo que nos ocurre a casi todas las personas, porque no suele gustarnos sentir dolor (salvo en excepciones, que también habría que trabajar sobre ello).
Entonces, empezamos a poner en marcha mil estrategias de evitación de ese sufrimiento. Intentamos distraernos haciendo miles de cosas o ponemos nuestra mejor sonrisa cuando salimos a estar con otra gente para que nadie pregunte. Pero lo peor viene cuando nos autoengañamos cuando estamos a sol@s y nos contamos la película de que estamos genial, que ya se nos ha pasado y que podemos avanzar ya de ya.
Cuando estas estrategias, que son más básicas y rudimentales, no funcionan nuestro cuerpo empieza a actuar “por su cuenta”. Empieza a sacar a nivel somático aquello que no nos estamos permitiendo sentir, por ejemplo con dolores de tripa, dolores de cuello y espalda, incluso enfermedades inflamatorias de todo tipo. Sí, porque cuerpo y mente no están separados.
Y también a nivel emocional ocurren cosas, cuando no dejamos salir el dolor, normalmente aparece el enfado a nuestro rescate. Esta emoción aporta más energía y nos protege más, así que viene a decir, si sÍ yo estoy aquí, tranqui que no voy a dejar que nadie se acerque ni te haga daño. Entonces empiezas a reaccionar, que no responder, de forma súper irascible a las personas de tu alrededor y ante situaciones que realmente son inocuas. Esto no lo haces aposta, esto lo hace tu cuerpo, de forma no consciente, intentando protegerte de más dolor.
Pero claro, si sigues y sigues evitando ese dolor interior, siguen ocurriendo más cosas, empieza la dificultad para dormir, falta de concentración, falta de motivación, dificultad para salir y estar con gente,... incluso puedes llegar a tener síntomas de depresión, ansiedad u otros trastornos.
Porque tu cuerpecillo necesita parar y necesita que le dejes sentir aquello que estás evitando. Aquí ya han pasado un montón de meses o incluso años. Tu cuerpo está agotado, necesita un parón y que te cuides, que te mimes. Y si no le has escuchado hasta ahora, te lo va a gritar de la forma que haga falta para que le escuches, pares y sientas lo que haga falta.
Porque sí, tod@s somos susceptibles de llegar a este punto, porque en realidad todas las personas hemos sentido dolor en algún momento de nuestra vida. Algunas ante situaciones más jodidas que otras, puede ser, pero el dolor y la tristeza es algo común a todos los seres humanos. Lo que nos diferencia a unas personas de otras es cómo afrontamos estas emociones desagradables cuándo aparecen.
Y muchas veces, desde peques nos han enseñado a evitar estas emociones con tal de seguir hacia adelante. O hemos visto que los adultos de nuestro alrededor expresaban tanto sufrimiento que nos ha generado rechazo y lo ocultamos para diferenciarnos de esas personas.
Con todo esto no quiero decir que tengamos que ir por la vida sufriendo todo el rato, mostrando nuestro malestar cada segundo, ni regocijándonos en todo lo malo. Quiero decir que nos paremos un momentito a sentir, a observar cómo estamos, a ver si tenemos algún nudo en nuestro cuerpo que no nos esté permitiendo avanzar.
Parar un momento, respirar y observar dos minutitos al día cómo estoy. Cuidarse es también cuidar las emociones desagradables y aprender a transitarlas.
Es normal que todo esto te suene rarísimo si hasta ahora has sido una persona que evitaba sentir las emociones desagradables. Si no tienes ni idea de por dónde empezar, o has intentado hacerlo pero te quedas enganchad@ en el sufrimiento y no te ves con las herramientas para transitarlo y seguir avanzando…
Te invito a que puedas pedir una sesión de valoración gratuita y vemos cómo puedo ayudarte.
Con cariño y esperanza,
AGG Psicología, tu lugar de autocuidado.
Comments